Mi único propósito para 2020
Yo nunca había comprado libros. Empecé poco a poco, con emoción pero con cautela. Y de pronto, no sé muy bien cómo, me volví un poco adicta. Entrar en una librería era sinónimo de salir con algo para mí. No sería un problema si lo leyese todo, pero en mis estantes de lista de espera hay ahora mismo 61 libros.
Yo nunca había comprado libros porque mi padre tenía una librería, así que si quería algo se lo pedía y casi nunca me lo cobraba. Esto en realidad podría haber creado un problema de adicción mayor —¡libros gratis! (tampoco era muy de biblioteca por esta misma razón)—, pero había una ventaja: la compra impulsiva no existía para mí. No era entrar en una librería, ver un libro y comprarlo. Tenía que apuntarlo y pedírselo a mi padre. Además, como la librería estaba especializada en literatura infantil y juvenil (y pedagogía, etc.), en cuanto me hice adulta la tentación no estaba siempre allí. Cuando estaba, hacía lo que llevaba toda la vida haciendo: coger el libro que me interesaba y sentarme a leerlo en una esquina (mi esquina). Cuando había que irse a casa, lo devolvía a la estantería o me lo llevaba, pero casi siempre con vuelta. (Por eso no abro mucho los libros, no tengo el hábito de subrayar y cada página doblada me parece un sacrilegio).
Hace unos diez años, la librería cerró y yo descubrí el placer de comprar libros de forma impulsiva. Ya como una persona con ingresos, empecé a llenar mis estanterías y crear mi propia biblioteca personal (que ya la tenía, pero nunca creció tanto como en esta última década). El estante de lista de espera se convirtió en los estantes. Los medios empezaron a hablar del tsundoku (comprar libros que no lees) como si los japoneses hubiesen creado la palabra para mí.
Ya adivináis cuál es mi propósito: no comprar ningún libro y centrarme en adelgazar esa lista de espera. No acabaré con ella porque en 2019 solo leí 32 libros y quiero ser realista. Pero si pasa a ocupar la mitad del espacio que ocupa ahora me sentiré más que satisfecha.
Hay excepciones, no os creáis que me he vuelto loca. Puedo comprar libros en dos situaciones concretas:
Si estoy de viaje. Me encanta entrar en librerías en el extranjero y si entro suelo salir con algo bajo el brazo. A veces de autores locales. A veces no.
Si lo necesito para investigar para algún artículo. Aquí importa el orden: nada de «voy a comprar este libro, que seguro que me da para algún tema interesante». Tengo que estar ya investigando algo concreto y descubrir ese libro imprescindible en el proceso.
Si son para regalar. Esto será todo un reto, porque tendré que exponerme a librerías y no llevarme nada para mí.
Quizá este año acabe viajando más y haciendo artículos hiperdocumentados. Pero no son cosas malas, ¿no? No me juzguéis si acabo haciendo pequeñas escapadas a Portugal solo para volver con la maleta cargada y el mono apaciguado.