Navegar sin piloto automático
La escritora e ilustradora Mari Andrew cambió hace unos años los propósitos de año nuevo por elegir una palabra que quería que definiese los doce meses siguientes. Una especie de leit motiv al que ajustarse. Para 2020 escogió gorgeous, 'precioso', y para 2021 fue una valiente y escogió happiness, 'felicidad'. Hace unos días desveló su tema para 2022: luscious, 'delicioso, exquisito, suculento'. Mientras lo leía, me noté revolviéndome internamente. ¿Quieres gafarnos otro año, Mari?
Por supuesto, esa reacción tiene solo que ver conmigo misma. Como persona tendente al optimismismo (esto es una errata, pero me gustó porque es como optimismo ensimismado), suscribo palabra por palabra todo lo que dice la escritora sobre el porqué de su elección (que, además, es bien consciente de que al final fue el New York Times quien acertó con la palabra de 2021 ya en primavera cuando dijo que estábamos languideciendo). «Cuando pienso en luscious, pienso en una comida elaborada o en un vino rico o en una conversación jugosa, y quiero que mi año sea un poco como esas tres cosas», asegura. Nada que objetar.
¿Por qué esa reacción de rechazo, entonces? La verdad es que no lo sé. Creo que fue solo al leer la palabra —tan sabrosa, tan voluptuosa— que fruncí un poco el ceño porque, ay, ¿no es repetir los errores que cometimos al creer que 2021 sería el fin de la pandemia? Su explicación me puso en mi sitio: el error es creer que lo delicioso, exquisito, suculento, sabroso y voluptuoso es siempre lo extraordinario. Pero una comida elaborada, un vino rico y una conversación jugosa están a nuestro alcance incluso ahora, casi ahogados (de cansancio) en la ola ómicron.
Pienso a veces en si estos dos años han sido años perdidos. Lo pienso para contestarme que no, pero no para autoconvencerme. Lo pienso porque a veces lo leo o lo escucho por ahí y me revuelvo igual que cuando Mari Andrew decidió tener un año luscious. Pero aquí de verdad, sin error. No es que crea que de todo se aprende algo (que quizá sí, pero siempre defiendo que es mucho mejor vivir sin ciertos aprendizajes), sino que no tengo claro qué significa un año perdido.
Creo que solo acepto año perdido cuando no has visto lo suficiente a gente querida a la que hubieses visto más sin pandemia, especialmente si son muy mayores o muy pequeños (o si lo peor ha pasado y se han muerto). Eso nos ha pasado a todos, claro. Pero no creo que no haber viajado o no haber ido a muchos conciertos o cenas o lo que sea que definía nuestro extraordinario antes de esto pueda contar como año perdido. Algo hemos hecho. Quizá se nos haya ido demasiado tiempo en el móvil, pero diría que eso ya nos pasaba antes. Aunque quizá menos.
Me revuelvo de nuevo, esta vez contra mí misma por estar aquí pontificando y juzgando desde mi pequeño púlpito en forma de blog. Claro que hay años perdidos: toda ilusión de estabilidad desaparece y las cosas son tan serias que no podemos decir «eh, pero ¡qué emocionante!», sino ir día a día estresados intentando no caer en el abismo o ir languidecer apáticos o doliéndonos todo ya en el fondo una vez que nos hemos despeñado. ¿Podemos tener un año luscious incluso ahí?
Y, sin embargo, si lo que echamos de menos es la facilidad idealizada de la prepandemia, si nuestros días transcurren sin emociones ni sobresaltos —ni hacia arriba ni hacia abajo—, supongo que sí, que podemos intentar hacer esa comida elaborada, beber ese vino rico y tener esa conversación jugosa.
Mari Andrew dice que lo que quiere en su delicioso, exquisito, suculento, sabroso y voluptuoso 2022 es principalmente romper el algoritmo de su propia mente. Alimentarla con «deliciosos banquetes de música nueva, opiniones diferentes, libros difíciles, desvíos llenos de vida». Navegar sin piloto automático, supongo.
Yo no tengo una palabra para 2022 y no la voy a pensar ahora, que ya estamos a 12 de enero. Pero creo que a lo mejor copio a Mari e intento apagar el piloto automático de vez en cuando. Y, si me pierdo de forma desagradable, siempre están todas esas canciones conocidas, series fáciles e hilos de Twitter divertidos para sentirme abrazada y calentita durante un rato mientras intento recuperar el rumbo. Luego ya puedo volver a apagar el GPS y salir al bosque.