No lo vi venir (o el privilegio de hacer las cosas bien)
Supongo que no os disteis cuenta, pero he fallado a esta mi cita semanal dos semanas seguidas. Para que lo notarais tendríais que saber que mi compromiso conmigo misma es aparecer por aquí todos los miércoles y que lo llevo cumpliendo ya algunos meses. Cada vez que lo pienso me sorprende haber conseguido esta regularidad sin faltar nunca. Este hueco que ha habido las dos últimas semanas ni siquiera es una excepción a la regla, casi diría que es una señal de la fortaleza de mi sistema: falté porque justo me coincidieron compromisos médicos en miercoles. Mi regla no es publicar, sino escribir aquí los miércoles a esta hora. Si surge algo importante, no lo hago. Pero si el miércoles a las 12 estoy sentada delante del ordenador, claro que escribo.
Lo cuento porque estoy orgullosa, igual que cada vez que alguien habla de lo difícil que es hacer amigos más allá de los treinta yo carraspeo fuerte, levanto un dedo y explico mis tres casos de éxito. A veces siento que soy un poco pesada (sé que hay amigas que me lo han oído contar ya varias veces), pero no puedo evitar mencionarlo. Estoy orgullosa de estas cosas porque ni yo misma daba un duro por este resultado.
En el caso del blog, creo que es la primera vez desde que soy una persona adulta que consigo mantener una regularidad así sin que nadie me pague. Sí, ha habido épocas de mi vida en las que he escrito y publicado mucho más en plataformas personales: porque tenía tiempo, porque la pulsión me inundaba. Pero nunca me había funcionado un «voy a publicar una vez a la semana». Resulta que el truco no era centrarme en publicar, sino en decidir cuándo voy a escribir. Y lo hice sin darme cuenta, que es lo que más me gusta.
Lo de los amigos me encanta porque mi sensación —un poco exagerada, especialmente en uno de los casos— es que fui yo quien tomó la iniciativa del primer contacto. Es decir, que hablé con desconocidos que me pareció que me podían caer bien, una conducta totalmente anómala en mí. Yo dejo que me hablen, pero lo de ser quien da ese paso es algo rarísimo. Me estoy otra vez llenando de orgullo solo recordando esos momentos.
(El caso en el que digo que exagero mi papel me limité a contestar entusiasmada «¡yo!» cuando mi futuro amigo preguntó en un grupo así hacia el aire quién había visto a Belle and Sebastian la noche anterior. El resto del trabajo lo hizo él, pero juro que me puse nerviosa al dar un paso al frente para empezar a hablar de Stuart y compañía con alguien a quien no conocía de nada).
Si yo fuese una persona distinta (peor), os diría que todo esto, especialmente lo de los amigos, fue gracias a salir de mi zona de confort. Pero creo que en realidad lo que hice fue entrar en ella. Por casualidad en lo del blog y por culpa de Belle and Sebastian u otras pasiones comunes en lo de los amigos. Estoy más cómoda cumpliendo este compromiso autoimpuesto semana a semana y sabiendo que lo voy a hacer y estoy más cómoda con esas personas ya no tan nuevas en mi lista de amigos que escribiendo en mi diario, como he hecho en más de una ocasión, que otra semana no actualicé el blog o que hui sin saber muy bien por qué de una conversación con alguien que me estaba gustando y hubiera querido sumar a mi círculo pirámide de la amistad.
Creo que ni siquiera debo sacar una conclusión, una receta de éxito. Podría deciros que fue hacer las cosas de forma distinta o abandonarme a mis insintos (sí, he escrito eso riéndome), pero la verdad es que no lo sé. A lo mejor es solo que la vida no sigue una narrativa ni una lógica, que a veces tropezamos sin pensarlo con cosas o personas que nos funcionan y justo en un momento en el que sabemos y podemos incorporarlos a nuestra vida. Pero esto no vendería libros de autoayuda.
Además, a mí me hace menos ilusión saber que es todo porque se han alineado los astros (metafóricamente) en el momento oportuno. Si yo no hubiese hecho nada, no habría ni blog regular ni esos cinco amigos nuevos, claro. Pero para hacer algo hay que poder hacerlo. Ese alineamiento de astros creo que es un gran privilegio. Aunque espero que me permitáis olvidarlo de vez en cuando y sentirme contentísima y orgullosísima de lo bien que estoy haciendo las cosas.