Los conciertos y las lágrimas
No recuerdo la primera vez que me pasó. Y debería, porque es algo que de joven no me pasaba. Pero algún día, en algún concierto de alguien de alguna manera importante para mí, se me llenaron los ojos de lágrimas. Ahora que no voy a un concierto desde febrero, cuando me pasa lo mismo escuchando canciones en mi habitación o en el coche (esto siempre me pasó), recuerdo los conciertos, recuerdo la emoción y recuerdo las siempre inesperadas lágrimas.
Me niego a creer que la primera vez fuese con Oasis, pero no recuerdo llorar ante un escenario antes del año 2002. Y esas lágrimas las recuerdo bien porque las sentí como una traición de mi cuerpo a cuándo hay que llorar y cuándo no. Con Noel era aceptable, ¡no con Liam! Y, sin embargo, fue Live Forever la que me hizo tener que concentrarme en no ponerme a sollozar e hipar sin control.
También recuerdo muy bien las lagrimitas vertidas en el concierto de Belle and Sebastian en Estrasburgo en 2018. Abrieron con Nobody’s Empire, que en los últimos años se había ido convirtiendo en la canción de mi vida, y toda la anticipación y todas las veces que escuché esa canción en bucle se me fueron a los lagrimales. Me había pintado la raya con un eyeliner que además de no ser waterproof, descubrí en ese momento, hacía que me picaran muchísimo los ojos al meterse en ellos, lo que resultó en más lágrimas y un bonito look mapache para todo el concierto. Ya nunca me pinto los ojos si preveo situaciones emocionantes.
Lo de Patti Smith fue una sorpresa. En el Primavera Sound de 2015, en Oporto, tocó dos días seguidos. El primero era en una carpa con asientos y tocaba Horses de pe a pa y luego algo más para rellenar. A ese concierto fui sola. Yo nunca fui superfán de Patti, no sé bien por qué, y no lloré con sus canciones. Lloré cuando de pronto se puso a tocar Beautiful Boy de John Lennon, inesperadísimo para mí que soy bastante ignorante en cuestiones pattismithianas, y pensé lo de siempre, en lo triste que es esa canción a posteriori, no por la canción en sí, sino por John Lennon diciendo las ganas que tiene de ver cómo su hijo (Sean, con Julian lo hizo mal) se hace mayor. Pum, pum, pum, pum, pum, pum, pum.
Algo parecido me pasó con Paul McCartney. Madrid, 2016. Yo no iba a ir porque ese tipo de conciertos en estadios no son lo mío (es el único al que he ido, creo), pero mi prima se quedó con una entrada de sobra y me la ofreció gratis, así que allí me fui. ¿Cuándo me emocionó Paul? Cuando cantó algo no suyo, cuando cantó Something y proyectaron imágenes de George Harrison y, ay, cómo no deshacer ese nudo en la garganta.
Con Ocean Colour Scene creo que solo lloré una vez. La última que los vi, en el Noroeste Pop Rock de 2016, allí en la playa. No fueron lágrimas originales, fueron lágrimas con Better Day, la canción con la que los descubrí a los 13 años y que siempre digo que es la canción que me cambió la vida. Lo extraño es que no llore siempre con ella, que cada vez que la escucho no me lleguen el peso de los años y la velocidad con la que vuelvo a aquellos días en los que era pequeña y su melodía me hizo el cerebro añicos. Casi hasta me olvido de cómo está Simon, que me podría hacer llorar de preocupación, y solo escucho su voz, esa voz que es la misma y que por mucho que yo ya casi nunca los escuche todavía me hace temblar un poco.
Lo de Villagers fue la magia del directo, cómo de pronto entiendes canciones que en disco no te decían mucho. Fue la primera vez que lo vi, en Lisboa en el año 2016 también. Era un concierto acústico y yo esperaba deshacerme con todo su primer disco y por supuesto con Memoir, pero las canciones pasaban y me dejaban algo fría. Entonces llegó Courage y esa sensación de que te están contando algo tan íntimo y tan personal que quizá no deberías estar escuchando. Y sus ojos tan azules que brillaban más, porque sí, claro, él también estaba llorando un poco.
Si hubiese sabido que ese concierto de Tindersticks al que fui en febrero iba a ser el último en quién sabe cuánto tiempo, habría llorado también. Contadme, si queréis, vuestros llantos en conciertos.