Mis 20 cosas favoritas de 2020
No sé si alguna vez había habido tantas ganas colectivas de que acabase un año. Recuerdo el pasado reciente de 2016, año que empezó con la muerte de David Bowie, que tuvo como grandes hits el referéndum del Brexit y la victoria de Donald Trump y que culminó con la muerte de la princesa Leia, pero aun así parece poca cosa. No nos cambió la vida como lo ha hecho este 2020, que acaba con la vacuna como promesa de que sí, de que 2021 tiene que ser mejor. Aunque creo que hemos aprendido a no hacer grandes declaraciones de optimismo que luego nos vayan a perseguir durante meses.
En un plano personal e hiperegoísta, a mí la pandemia me ha venido muy bien. Ese drama colectivo pasó en mi vida a un segundo plano en verano, cuando mi salud decidió unirse a la fiesta, pero con algo distinto a lo que estaba de moda. Tanto esos días de hospital como estos meses de recuperación pensé muchas veces en la suerte de que todo haya coincidido en un año en el que total tampoco es que tuviera muchos otros planes.
Como todos, recordaré 2020 como una combinación de mi situación y circunstancias particulares en el contexto global más extraño y trágico que hemos vivido. Y mi situación y circunstancias particulares, pese a todo, no han estado tan mal y he conseguido disfrutar muchísimos momentos y cosas que espero que sean las que recuerde cuando mire hacia atrás para evaluar el trauma ya con perspectiva temporal. Como ya hice el año pasado, esta es mi lista de cosas favoritas que hice, leí, vi, escuché o me pasaron este año. El orden es totalmente aleatorio:
La desintoxicación
En el inocente febrero me embarqué en un experimento de desintoxicación tecnológica. Iba todo muy bien hasta que llegó esa montaña rusa que fue la segunda semana de marzo y tuve que volver a las redes y la información al minuto como una yonqui. Hasta volví a ver Operación Triunfo para engancharme a algo que no fuesen las cifras de contagios. Después llegó el verano y llegaron mis 11 días en el hospital y llegó una nueva desintoxicación digital, en este caso totalmente obligada: los primeros días no tenía fuerza ni para sujetar el móvil. Ingresé en mi cumple y el teléfono estaba lleno de notificaciones de felicitaciones que ignoré, primero por debilidad y luego por agobio ante todo lo que tenía que responder y explicar.
Cuando volví a ocuparme del teléfono, descubrí una sensación muy extraña de paz: no lo necesitaba, estaba feliz y tranquila sentada en el sillón sin hacer nada, sin mirar nada. Conseguí llevarme esa nueva lucidez a casa, a mi agosto tranquilo, aunque poco a poco la normalidad adicta volvió a abrirse paso. Pero ahora ya sé que es posible, que no pasa nada y que el resultado es muchísimo oxígeno y un cuerpo convertido en un oasis de paz. La próxima vez intentaré llegar ahí sin pasar por el hospital.
2. Mis ciclos de cine
El año del streaming empecé por casualidad a superar ese horrible momento de decidir qué ver haciendo pequeños ciclos dedicados a un actor. El primero fue Jude Law tras leer un artículo sobre su carrera. Luego pasé a Ben Whishaw. Ahora estoy en pleno ciclo Jeremy Irons, tan volcada en él y su voz y sus manos y su elegancia que hasta se ha colado en mis sueños. En pleno confinamiento pasé también por una fase Gary Cooper. Pedidme recomendaciones de cosas de ellos, que soy una pequeña experta.
3. Oporto
En febrero fui a Oporto sin considerarlo un viaje y sin saber que sería lo más lejos que iría en todo el año. Fui para ver a un amigo que hacía su primer viaje a Europa (también muy in extremis) y busqué si había algún concierto. Encontré a Salvador Sobral cantando a Jacques Brel en la Casa da Música y ahí me fui yo solita porque mis amigos ya se habían ido. Me alegro muchísimo de ese viaje y de que haga ya bastante tiempo que no me importe hacer cosas yo sola. Si no hubiese ido, no lo podría recordar como la hora y media maravillosa que fue.
4. Hacer cosas juntos, separados
Lo de los conciertos en directos de Instagram siempre me pareció un poco aberración. En cambio, disfruté muchísimo de otras actividades organizadas por músicos en sus redes sociales. Las listening parties en Twitter de Tim Burgess (The Charlatans) me hicieron muy feliz las primeras semanas del confinamiento. Nunca ha parado de hacerlas y su calendario se actualiza y actualiza. La semana pasada tuvo hasta una con Paul McCartney. Espero como agua de mayo que un día haga una con Dionne Warwick, cuya cuenta de Twitter descubrí hace poco y que me enncanta.
Los sábados del confinamiento mi cita era con Jarvis Cocker y su Domestic Disco: pinchaba desde el salón de su casa y lo retransmitía en Instagram (el único directo que veía) y era una maravilla bailar con él y Kim, su pareja, leer los comentarios de la gente, reírme un poco de su incompetencia tecnológica, y comentar los momentos clave con Sabe, que también bailaba desde Karlsruhe. Por último, las sesiones de meditación que hace Stuart Murdoch en el Facebook de Belle and Sebastian también son un bálsamo de acompañamiento y paz virtuales.
5. folklore, de Taylor Swift
Creo que muchos sentimos el primer disco sorpresa de Taylor Swift este año como una especie de merecido e inesperado regalo. Tanto los fans como los no fans caímos enredados en sus historias y seguimos ahí varios meses después. Salió cuando yo estaba en el hospital y lo escuché mucho después de comer, cuando solía estar un rato sin visitas y me iba quedando dormida mecida por las canciones. Creía que siempre me iba a llevar irremediablemente a esos momentos, pero el otro día sonó mirrorball en el aleatorio y me llevó a ir conduciendo a casa de mis padres un día soleado de septiembre. No decidimos a qué momentos se atan las canciones.
6. Desierto sonoro, de Valeria Luiselli
Lo leí a principios de año para el club de lectura y lo comentamos en una comida en Pontevedra una semana antes del estado de alarma. El restaurante estaba llenísimo y el ambiente muy cargado y hablamos del coronavirus casi como si no nos afectase. ¿El libro? El libro es una maravilla y creo que el que más me ha gustado de los que leí este año.
7. La vacuna
¿Os acordáis de cuando se decía en primavera que la vacuna no llegaría hasta al cabo de un año o año y medio? Y míranos ahora, con Araceli vacunada y poco a poco empezando a ver una pequeña luz al final del túnel.
8. Mis cinco linfocitos
En mi segunda semana de hospital me pusieron un tratamiento que mata todos los linfocitos. La esperanza es que los nuevos, que van naciendo en los siguientes meses, no se rebelen y ataquen a mi cerebro. Lo normal es estar el mes siguiente tomando Aciclovir para evitar herpes y cocinando bien la carne y el pescado y sin tomar queso no pasteurizado para evitar la listeria. Tras la analítica del primer mes, el neurólogo me dijo que mis linfocitos seguían muy bajos, así que tenía que continuar con esas precauciones. El segundo mes me dijo que siguiese. Que se abandonan las precauciones cuando pasas de los 200 linfocitos (no totales, creo que por mm3 de sangre, pero no toméis mi palabra como nada válido). Yo estaba en 190. ¿Y en la primera analítica? —pregunté. ¡Cinco! Desde entonces estoy orgullosísima de esos cinco primeros linfocitos con los que viví un mes y que hicieron el trabajo de los 1000 normales, porque no pillé nada. Es una pena que el verano que viene vaya a tener que matarlos (se repite el tratamiento un año después). Ahora, por si os interesa, estoy en 580.
9. Radio Patio
Durante el confinamiento me acompañó mucho el podcast Radio Patio, de Santi Araújo: entrevistas a personalidades creativas del país sobre sus vidas y rutinas confinadas.
10. Volver a ver Perdidos
Siempre me gustó sumergirme en series que tienen muchas temporadas y vivir en su universo durante un tiempo. Lo hice el año pasado con Juego de Tronos, que empecé justo cuando acabó; lo hice cuando me puse a ver Sensación de vivir (no conseguí llegar al final, me rendí por la quinta temporada) y cuando vi todo Gilmore Girls antes de los episodios nuevos. A Perdidos creo que volví tras el aniversario de su final. Decidí ver el piloto para recordar cómo era y de pronto ahí estaba, enganchadísima. Me acordaba solo de lo básico y había olvidado personajes y tramas, así que esos finales de suspense seguían siendo efectivos. The Constant y Not Penny’s Boat aún emocionan como la primera vez. (Y el final se entiende, tiene sentido y está muy bien).
11. Suscribirme a El País fin de semana
Casi como si lo supiera, una semana antes del confinamiento me suscribí a la versión papel de El País los fines de semana. Los sábados y domingos bajaba al buzón muchas veces en pijama y leía el periódico mientras desayunaba o tomando el sol en el balcón. Lo sigo recibiendo, aunque ahora que ya hay más vida externa no siempre lo devoro como aquellos días.
12. Mi balcón
No creo que esto haya que explicarlo.
13. Punisher, de Phoebe Bridgers
Aún no sé si mi disco favorito de 2020 es folklore o este, si el escrito en pleno apocalipsis o el que suena apocalíptico aunque se haya escrito antes. De lo que sí es la reina Phoebe Bridgers es de las actuaciones pandémicas: la más creativa, la más sorprendente, la ganadora de este extraño concurso.
14. Publiqué en El País en papel
Perdonadme, pero me hizo una ilusión muy tonta. Fue un reportaje sobre si tenemos peor letra por culpa de la tecnología (no) que disfruté mucho escribiendo. Podéis leerlo aquí.
15. Vivir de los viajes pasados
En 2019 viajé un montón, a veces incluso un poco a regañadientes. Este año en el que lo más lejos que he ido ha sido Oporto he sido muy feliz recordando mis incursiones pasadas por el mundo. Las redes sociales y Google Fotos se ocupaban de enviarme notificaciones cada día sobre lo que estaba haciendo hace un año o dos o seis, y muchas veces estaba en otro país. Creo que lo que marcará a nuestra generación es que no dejaremos viajes para otro momento. Pensaremos que igual es una locura, pero ¿y si viene otra pandemia y de nuevo no podemos viajar? Dicho esto, creo que nunca no he hecho un viaje cuya posibilidad se cruzara por mi cabeza: en muchas ocasiones he pensado lo de la locura, pero mientras mi cerebro estaba ahí, mis manos ya habían reservado el vuelo. ¿Viajar para ver a Belle and Sebastian otra vez? Este año me ha confirmado que sí, que siempre.
16. Este texto de Anne Helen Petersen
La suya es mi newsletter preferida y la que envió el miércoles pasado no paro de leerla y compartirla (es en inglés). Básicamente, es sobre cómo todos nos merecemos un descanso más que nunca este año, hayamos hecho lo que hayamos hecho. Sobre cómo 2020 nos ha vaciado. Sobre cómo, como si fuésemos atletas, deberíamos incluir la recuperación y el descanso entre nuestras responsabilidades (cada cual como pueda, no siempre es posible pillarse dos semanas). Yo os escribo desde mis vacaciones, por cierto, con las que sueño desde que en noviembre me fijé en lo bien que cuadraban los festivos navideños este año.
17. ¡Mi newsletter!
Podéis suscribiros aquí. Yo soy muy feliz escribiéndola y espero que vosotros disfrutéis leyéndola.
18. Vi Bridget Jones por primera vez
Fue hace un par de semanas. La verdad es que no tenía claro si la había visto o no, porque es de esas películas que están tan presentes en el imaginario de nuestra generación que bien podría haberla visto. Pero no, resulta que no. Ahora ya sí, la primera y la segunda. Me quedé un poco en shock por lo mal que han envejecido algunas cosas (ACOSO LABORAL), pero me gustaron mucho. Me falta la tercera, que no está en ningún sitio legal. Y ahora quiero leer los libros y ver el documental que acaban de hacer en la BBC. Escuché, por cierto, el Desert Island Discs de Helen Fielding y ella también se quedó en shock por lo de la misoginia cuando volvió a ver la película hace poco.
19. Persuasión, de Jane Austen
En esas semanas de primavera en las que mucha gente no era capaz de leer, a mí me salvó Persuasión. Y entendí de golpe (bueno, más o menos) por qué Jane Austen triunfaba en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. Escapismo y emociones y un mundo en el que no hay ni guerras ni pandemias. O, como dice esa famosa mala crítica sobre Orgullo y prejuicio, “solo un grupo de gente yendo de las casas de unos a las de otros”. Y qué fantasía que sea así.
20. MALACARA, Peli de tarde y Dionne Warwick
Mis tres cuentas de Twitter favoritas. Me han dado muchas alegrías.
Y nada más. Espero que vosotros también hayáis encontrado cosas de las que disfrutar en 2020, que el año no os haya tratado muy mal y, sobre todo, que tengáis un muy feliz (o simplemente poco reseñable) 2021. Y haced caso a Dionne y apoyaos en vuestros amigos, que para eso están.