Botiquín para males del alma
Desde que lo descubrí en 2011 con The Hour, a veces caigo en pequeños pozos en los que solo quiero ver a Ben Whishaw. Para los que aún no sabéis de quién hablo, os lo resumiré en una frase: en mi humilde y poco docta opinión, el mejor actor británico de la actualidad.
Quizá lo hayas visto interpretando al amante de Hugh Grant en A Very English Scandal, o escuchado —también junto a Hugh Grant— en las pelis de Paddington (¡es el oso!). A lo mejor te suena porque en las últimas películas de James Bond ha sido Q. O lo recuerdas como John Keats en Bright Star, como el marido de la protagonista de Sufragistas, el Michael Banks mayor y triste de Mary Poppins Returns. El protagonista de la serie London Spy, el protagonista de Lilting, el de El Perfume, uno de los Bob Dylans de I’m Not There, Sebastian Flyte en el Retorno a Brideshead de 2008, Rabbi Milligan en la última temporada de Fargo.
¿Localizado? Todo eso de ahí arriba son recomendaciones. Pero sigamos. Estos últimos días volví a caer en el pozo y busqué su nombre en Spotify, porque una de las cosas que más me gustan de él son su voz y su forma de hablar. Me encontré con un podcast que se llama What I Love. El creador es el director de teatro Ian Rickson y el podcast un producto puramente pandémico: en cada episodio, lleva a su entrevistado (actores, dramaturgos, productores y demás gente del sector) a un teatro vacío por el confinamiento y le pide que le hable de tres cosas que ame: una película, un texto y una canción. La idea no es que ofrezca recomendaciones, sino más bien llegar a conocer mejor a alguien al oírle hablar de algo que le apasiona.
Ben Whishaw escogió Corrientes de amor, de John Cassavetes, el relato Chaunt, de Joy Williams, y la canción The Garden, de PJ Harvey. «Si me pierdo —y todos nos perdemos, ¿no?, en nuestros trabajos, en nuestras vidas… —vuelvo a ellos», dice Ben al hablar de la película. Ellos son Cassavettes y la actriz y mujer del director Gena Rowlands, ambos protagonistas de la película en cuestión. «Y me siento renovado y me siento inspirado», continúa. Más adelante, cuando habla de PJ Harvey (cuenta, por cierto, que son muy amigos y se conocieron a través del entrevistador —amigo común— porque un día Polly Jean le dijo que le encantaría conocer a Ben Whishaw), dice un poco lo mismo. The Garden fue muy importante para él cuando era adolescente y, aún ahora, asegura, vuelve a la música de PJ Harvey cuando se siente perdido o golpeado por el mundo.
En este momento, Rickson le dice: «tienes como un botiquín de cutura, ¿no?». Ben se ríe y dice que sí.
La idea es muy bonita y creo que universal. ¿No tenemos todos nuestro pequeño botiquín de canciones o películas o libros al que acudimos cuando el mundo se nos hace un poco grande? Por supuesto, al igual que es posible que estéis haciendo ahora, enseguida me puse a pensar en los contenidos de mi botiquín. Siguiendo la estructura propuesta por Ian Rickson (una película, un texto, una canción) y el giro ofrecido por Ben Whishaw (no solo me encantan, sino que son mis tiritas y refugio), aquí va mi kit de primeros auxilios. Tan personalizado y a medida que quizá no sean el tratamiento adecuado para vosotros, que espero que me contéis en los comentarios o por mail o por WhatsApp o como sea que os comunicáis conmigo qué medicinas hay en vuestro armarito. Y, lo más importante, por qué están ahí.
La película
Esto fue lo más difícil y no por un «¡hay tantas!», sino porque yo nunca he sido especialmente cinéfila. Es decir, me gusta el cine, pero nunca ha sido el arte en el que me refugio. Tras pensar que quizá El tercer hombre, por razones creo que evidentes, pero descartarla porque en realidad es una película que me suele encontrar y no que yo suela buscar, me acordé de Harold y Maude. Y ahí sí que voy a veces (y no es fácil porque las opciones legales son limitadas), y la veo entera o entro en bucles de clips en YouTube. No sé cuándo la vi por primera vez y no tengo claro por qué me fascina tanto (claro que ¿cómo no va a fascinar?) más allá de Cat Stevens, así que sería muy mala entrevistada en el podcast de Ian Rickson. Pero no sé. Os pondría la escena en la que suena Trouble, pero es un enormísimo espóiler (pinchad aquí si la queréis ver igual), así que os dejo con este otro momento que creo que encapsula la esencia de la película.
El texto
Hubo dos que aparecieron instantáneamente en mi cabeza, ambos descubrimientos recientes. Uno es My Worst Journey, de Jan Morris (que, por cierto, murió la semana pasada), un texto que me gustó tanto cuando apareció por primera vez por sorpresa ante mí (yo no sabía ni quién era ella) que lo transcribí para poder enviarlo por email y así compartirlo. (¡Pedídmelo! A la autora le encargan un texto sobre su peor viaje y cuenta que cree que aunque se juntaran en un mismo momento todas las cosas malas que le han pasado viajando cree que seguiría siendo capaz de decir «pero al menos no llueve». Es en inglés, eso sí).
En este año en el que no viajamos y en el que, al menos yo, vivo un poco de los recuerdos de los viajes pasados (las redes y Google Fotos me hacen daño y a la vez me dan la vida con sus «hace un año...»), esos tres párrafos de Jan Morris me crean una nostalgia enorme de todos los viajes, incluso de sus peores momentos. De la lluvia de Burdeos me traslado al cine en el que nos refugiamos; del día que estuve enferma en Londres recuerdo sobre todo la calma de cuando por fin junté fuerzas para salir de casa a comer algo y comprar paracetamol y ya era de noche y no llovía y escuchaba mis pasos en el camino.
El otro texto es un poema, algo bastante sorprendente, porque yo no leo poesía. También en inglés, The Orange, de Wendy Cope. Pienso en este poema cada vez que me como una naranja, y me hace muy feliz. Como me pasó con el texto de Jan Morris, cuando lo descubrí lo copié palabra a palabra en un cuaderno. Y sé que hay gente que copia frases y poemas y cosas que le gustan, pero yo, más allá de cuando escribía en las mesas del instituto letras de canciones del britpop —más por aburrimiento que por otra cosa, creo—, nunca lo hice, así que veo esta furia copista que me dio con estos dos textos en concreto como una señal muy clara. A veces también leo el final de la La señora Dalloway una y otra vez.
Por supuesto, también me dio rabia que fuera todo en inglés. Al pensar en algo en castellano la maquinaria del tiempo de mi cerebro se puso en marcha y me llevó, ahora sí, a mi tierna adolescencia. Cómo no, yo fui la típica adolescente que leía a Cortázar. Y no diría que vuelvo a él, sino que voy continuando el camino, porque en un momento decidí racionármelo —como hice con Virginia Woolf— para que el descubrimiento durase más. Los básicos y todas sus cartas (los cinco tomos) ya los he leído y adonde sí vuelvo a veces, dependiendo de lo que busque (las medicinas de un botiquín están destinadas a cosas concretas, no las tomas de forma aleatoria), es al relato El perseguidor (un poco para hundirme en una espiral de autocompasión adolescente) y, sobre todo, a los cronopios y las famas y las pobres esperanzas que no están en el título. Estos textitos me llenan el pecho de alegría y entusiasmo, y me siento un poco como los cronopios cuando cantan.
La canción
Lo siento, pero aquí solo hay una única opción. Y no sé ni por dónde empezar. A finales de 2014 yo no esperaba nada de Belle and Sebastian. Había roto con ellos tras su disco anterior, Write About Love (2010), y me había resignado, algo enfadada con la vida, a que nunca volvieran a hacer algo que me fuese a provocar lo que me habían provocado sus discos anteriores.
A finales de 2014, sacaron una canción nueva y yo le di a play sin prestar mucha atención. Hasta que de pronto la canción me agarró de las solapas (imaginad que iba con chaqueta) y me obligó a escucharla. Había algo distinto en ella. Sin hacerle caso se había colado hasta mis oídos la sensación extraña de que estaba escuchando algo tremendamente íntimo y personal. La letra y mis conocimientos de la biografía de Stuart Murdoch me lo confirmaron, y Nobody’s Empire se convirtió de pronto en la canción más importante del día, de la semana, del mes, del año, de mi vida. Ahora ya sé que no vamos a volver a romper.
En alguna entrevista Stuart ha dicho que sí, que es su canción más personal y que cada verso es cierto y remite a algo concreto. Siempre me fascina cómo casi siempre es lo más personal y específico, lo más alejado de las generalidades, lo que más resuena. Yo puedo imaginarme de qué habla Stuart en cada línea, pero no tengo ni la certeza ni muchas pistas. Sin embargo, rebota en algún lugar de ese vacío éter y su reflejo me llega nítido y perfecto y encaja a la perfección con mi vida. Y no me pasa solo a mí: muchos más fans se han visto descolocados y vencidos por esa canción.
***
Lo pienso todo ahora y creo que hay un hilo conductor. Mi botiquín de cultura, mi salvavidas personal, está formado por medicinas llenas de espíritu vitalista. Y en realidad es lo que deben tener todas as cosas que nos curan, ¿no? Insisto: contadme las vuestras.
(Os dejo con Ben haciendo de Richard II. Me encanta su interpretación, claro, pero también las miradas de los otros personajes en plan «ya está el dramas de Richard». Yo lo vería aunque no sepa inglés, solo por su voz, su cara y las palabras de Shakespeare saliendo de su boca. Básicamente, es la escena en la que le hacen renunciar a su corona y dársela al siguiente rey, Enrique IV, ¡su primo!).