Los viernes por la tarde
La mala fama se la llevan las tardes de domingo, pero mi pequeño agujero negro de inutilidad y confusión se activa el viernes después de comer. Ya aprendí hace tiempo que no tiene sentido proponerme tareas útiles como trabajar o limpiar o hacer todo eso que debería estar haciendo un viernes por la tarde. Mi cerebro entra en modo fin de semana y solo me permite ocio e improvisación.
Hoy (aunque no lo leerás hoy) significó acabar de comer y decidir ir a tomar un café al sol con un libro. Por supuesto, porque el tiempo los viernes por la tarde funciona de otra forma y es elástico, desde que tomé la decisión hasta que salí de casa pasó cerca de una hora en la que no tengo claro que hiciera algo. Llegué a la terraza sobre las 5. Cuando volví a casa eran cerca de las 6.
Pensé en trabajar. En poner la lavadora (lo hice ahora, a las 8 y pico). En ordenar un poco. Leí un artículo de esos sobre productividad que Medium sabe que son mi droga. Pensé en ponerlo en práctica. Proponía una cosa llamada temptation bundling, algo así como atar o unir la tentación, consistente en hacer a la vez eso que debes pero evitas y una tentación. Nada de poner la recompensa al final, hacer deber y placer a la vez. Limpiar mientras escuchas un capítulo del podcast al que estás enganchada. Planchar mientras ves Netflix. Hacer un ejercicio que te divierta. Y todo eso. Me dije: «voy a comerme una onza de chocolate mientras friego los platos». Me comí la onza y los platos siguen sin fregar porque el poder del viernes siempre gana.
Pasé por Instagram, por Twitter y por Facebook y, ante el miedo a entrar en bucle de redes sociales, algo que ya sabéis que intento evitar porque soy de fácil enganche, decidí leer un rato más. El plan era: un capítulo, poner la lavadora, otro capítulo, ordenar el salón, otro capítulo, FREGAR LOS PLATOS. Pero como es viernes, leí los tres capítulos y la única vez que me levanté fue para ir al baño.
No siempre es así. A veces el viernes funciona de otra forma. Son los días en los que si como fuera con alguien todo se expande también. De la comida al café al sol, del café al sol a cualquier otra cosa. De pronto es hora de cenar y ¿qué sentido tendría volver a casa ahora? Solo tiene sentido cuando la decisión común es ir a una casa, pedir algo y ver una peli. Alargar el viernes porque en realidad el viernes ya es eterno.
Conseguí poner la lavadora como excusa para tomar una decisión. Toda la tarde hubo también conversaciones por Whatsapp que proponían peli y cena en una casa, y toda la tarde, en mi espiral de viernes, yo tenía sueño, y me empezó a doler la cabeza y un poco la garganta. ¿Ir o no ir? ¿Ir o no ir? Poner la lavadora fue la decisión: ahora no puedo ir porque volver a casa de noche y tener que tender la ropa es un poco lo peor. Y es posible que me olvide y la ropa se quede toda la noche en la lavadora.
El plan, ahora que la decisión está ya tomada, es cenar, ver un plan de capítulos de Juego de Tronos (ya estoy en la temporada 6, amigos, ya casi soy como vosotros) y acacabar con este viernes tedioso no muy tarde. El fin de semana de verdad empieza mañana e intentaré que el fregadero esté vacío.