Llamadas sorpresa
Empecé a escribir sobre llamadas de teléfono y echar de menos la sorpresa de que de pronto un amigo o amiga te llame sin avisar solo para charlar, pero lo estaba haciendo mal. Fatal. Releía los párrafos y cada frase parecía metida un poco con calzador, como cuando estás escribiendo algo por obligación sobre un tema que no te interesa. Y mira que a mí este tema me interesa mucho. Al final en realidad solo quería hacer una oda a la amistad, que es lo que quiero hacer siempre, pero algo no encajaba. Las palabras no siempre encajan.
Quería decir que hace unos meses sonó mi móvil y era mi amiga Marta, a quien hace cien años que no veo y es una vergüenza porque vivimos en la misma comunidad autónoma. Habíamos hablado unas semanas antes por Whatsapp o el Messenger de Facebook, habíamos dicho el típico «a ver si un día nos vemos o, por lo menos, hablamos», pero no habíamos concretado nada. Ese día, de pronto, Marta llamó porque tenía un hueco y, como yo también lo tenía, charlamos un rato. Y qué alegría y qué sorpresa.
También iba a aclarar que soy muy consciente de que mucha gente encuentra estas llamadas sin el Whatsapp previo de cortesía muy intrusivas y hasta una falta de respeto, pero también iba a recomendar hacerlo solo con personas con las que tienes mucha confianza. Personas que sabes que te dirán sin problemas que no pueden, que es un mal momento, que no les gusta hablar por teléfono ni siquiera contigo y que cómo no lo sabías.
Iba a recordar llamadas que hice yo en los últimos meses, no siempre para hablar, a veces solo porque son más rápidas que un Whatsapp, y cómo suele haber sorpresa al otro lado. Y por supuesto iba a hacer una defensa de llamar por teléfono en cumpleaños, porque da la sensación de que hasta esas llamadas han ido disminuyendo.
No sabía si unirlo todo con otra cosa relacionada que pensé ayer viendo Anatomía de Grey. Creo que es algo que pasa mucho en ficción, pero que también es cada vez menos frecuente en nuestras vidas: ir a casa de alguien sin avisar. Otra situación que puede ser compleja, claro, y que solo es aceptable con amigos muy amigos que te pueden decir sin miedo a romper la relación que no quieren ver a nadie, pero ¿no era bonito? Yo siempre bromeo con mi amiga Kris con que nos hicimos amigas porque ella empezó a aparecer mucho por mi casa y al final tuve que aceptarla. Intento pensar en la última vez que alguien a quien no esperaba llamó al telefonillo y creo que fue Tera hace unos años porque estaba por mi barrio. No sé si bajé yo o subió ella o si le dije que no podía, algo que dudo porque yo soy de café fácil.
También iba a mencionar que nunca sé bien cómo hablar de estos temas nostálgicos sin que parezca que quiero volver a un pasado en el que no sabías quién llamaba por teléfono y solo había cinco canales en la tele y no podías estar conectado a internet y hablar por teléfono a la vez y a todo el mundo le hacían gracia unos chistes que ahora sabemos ver como horrorosos. También creo que me da igual renunciar a esas llamadas sorpresa si a cambio puedo hablar cuando quiera y por la vía que prefiramos con amigos que viven lejos.
Porque al final, y esa creo que era la pequeña conclusión, lo que me molesta un poco es que la vida adulta pero no necesariamente moderna nos haya llenado de obligaciones y horarios y nos haya repartido por el mundo (aunque, las cosas como son, a veces nacimos ya en lugares muy lejanos y fue la magia de las vidas fuera de casa o la tecnología la que hizo que nos encontráramos). El otro día, y creo que también está en mi cabeza, Haley Nahman escribía en su newsletter sobre hobbies estúpidos y dedicarse a ellos con amigos: estar juntos varias horas sin final a la vista dedicados a algo como calcetar (en su caso) o charlar o no hacer nada, que pase el tiempo, entrar en lo que Raquel y Meri llaman la «hora hippy».
Y recordé ahora que, en mi adolescencia de IRC, alguna vez alguien contó que le gustaría que hubiese una ciudad IRC en la que pudiéramos vivir todos los que aquellos años hablábamos en el canal #travis y no tener que estar desperdigados por el país e ir al instituto con gente que no nos entendía tan bien como hacía aquel grupito.
Un poco lo de siempre, al final. Que llaméis o escribáis a vuestros amigos. Incluso a los que hace mucho que no veis o con los que hace mucho que no habláis. A veces pensamos que van a pensar algo raro después de tanto tiempo. Pero mi experiencia es que siempre hace ilusión.
(Y, por supuesto, que sepáis leer la relación y no hagáis un Bob Dylan, como bien explica Joan Baez en esta canción. También que me perdonéis haberme puesto a escribir con frases muy largas y pocas comas como si fuera la veinteañera intensa que fui pero ya no soy).