De vuelos a braza, encuentros con celebrities muertas y otras actividades nocturnas
Volar es una de mis actividades favoritas cuando sueño. Suelo hacerlo en sueños lúcidos, esos en los que eres consciente de que estás soñando. En cuanto me doy cuenta, hago la prueba definitiva: abro una ventana (si estoy en un interior), extiendo los brazos ante mí un poco hacia arriba y los abro como si el aire fuese agua. Esa primera brazada ya me eleva un poco, confirma mis sospechas y me permite echar a volar feliz y verlo todo desde arriba. (Como siempre es un ascenso que inicio desde el suelo no corro el peligro de tirarme por la ventana si resulta que estoy despierta).
Nunca me había planteado lo de la técnica de vuelo hasta que hace unos años tuve una conversación sobre el tema y descubrí que, si bien casi todos hemos soñado que volamos, los modos de vuelo son bastante variados. Hay quien, como yo, vuela a braza, impulsándose con brazos y piernas como si el aire fuese un océano por el que desplazarse (y en el que respiramos sin problemas y en el que ese «nado» nunca nos cansa). Hay quien levita o flota, quien vuela a lo Superman con un puño delante, quien planea e incluso quien tiene alas.
Todo esto me fascina bastante. Ahí tenemos una experiencia común, volar en sueños, a la que cada una de nosotras aporta su pequeña peculiaridad personal. Buscando información sobre el tema —no qué significa, I don’t believe in that stuff anymore—, me encontré con este artículo en la web de RTVE en el que explican que se trata de sueños alucinatorios. Es la familia a la que pertenecen esos sueños que son tan reales que de verdad sentimos que nos tocan. Según parece, son más comunes entre los seis años y la adolescencia y, de adultos, aparecen «casi siempre en situaciones de estrés y cansancio».
Esto último me puso un poco triste y creo que no es cierto en mi caso. Es verdad que ya casi no sueño que vuelo, al igual que John Lennon ha dejado de visitarme en sueños. Pero no relaciono ninguna de esas situaciones en las que de forma muy muy esporádica surco los cielos con estrés ni cansancio. Y diría que sigo teniendo esos sueños extremadamente vívidos y que normalmente los disfruto un montón. Más que aquella vez de adolescente que un John Lennon de principios de los 60 (en blanco y negro y look Love me do) me puso su mano en la frente y estaba congelada y tuve miedo y por eso no lo seguí cuando me dijo que lo siguiera. Cuando me desperté aún notaba el frío de su mano. (Un par de años después sí me subí con él —formato hippy— a un coche para que me acercara a casa).
Ya casi no vuelo y ya casi no sueño con el que ahora creo que era mi amigo invisible, pero sigo recordando muchos sueños muy vívidos. Ahora el tema protagonista suele ser algún viaje. A veces estoy viajando, otras viviendo allí. Estoy mucho por Viena, que a veces es Praga, y también voy con cierta frecuencia a Londres. Y a lugares en los que nunca he estado. En cuanto a apareciones de celebrities, aunque hace ya un tiempo que no sueño con Stuart Murdoch, sigue siendo el ídolo que más se pasa por mi cerebro de noche.
Hubo una época —una semana— de joven en la que llevé un diario de sueños. Es muy cierto lo que dicen, en cuanto empiezas a esforzarte por recordarlos al despertarte, cada día recuerdas más. Es como tirar de un hilito y ver cómo van apareciendo ante ti. Creo que ahora mi diario de sueños es WhatsApp, aunque ahí van los más curiosos, como muestra este pequeño collage (si a veces contáis sueños en WhatsApp, buscad “soñé”, es muy entretenido).
Tengo una amiga que decía que soñar le daba miedo. No el acto en sí, sino pensar en esa vida independiente y bastante alocada que tiene nuestro cerebro cuando nosotras dormimos y no lo podemos controlar. A mí la verdad es que me encanta y me maravilla, tanto cuando me acuerdo nada más despertarme como cuando cualquier cosa a lo largo del día trae de pronto el sueño que había olvidado a un primer plano. Hace mucho que no vuelo y lo echo de menos, pero al menos hago y me pasan otras muchas cosas interesantes. Creo que nunca me he aburrido soñando.