Romper la improvisación
Debería apuntar las cosas, cada idea que se me pase por la mente y me parezca brillante para este mi pequeño blog. Posiblemente no lo hayáis notado, pero he empezado a actualizar los miércoles a la hora de comer como si esta fuese mi columna semanal. Pero me falta aún ser mejor columnista y anotar los posibles temas que se me ocurren a lo largo de la semana. Porque se me ocurren, pero también se me olvidan. Queda solo el rastro, la huella, el recuerdo de que tuve una idea.
Así que aquí me tenéis, improvisando. Quizá de lo que toque hablar sea de ideas y anotaciones y de mi rechazo a usar apps de notas en el móvil. ¿Para qué, teniendo un cuaderno siempre en la mesa que no saco a la calle? Pero el problema va más allá: cuando tengo una de esas ideas en casa, no la apunto. Cuaderno inútil, por lo tanto, o quizás inútil yo.
Mi teoría es que confío en que las buenas ideas se queden, como siempre me ha pasado. Son ideas que aparecen de pronto y que se niegan a marcharse, que se quedan dando vueltas por mi cerebro y se van haciendo más grandes y definidas. Normalmente, van ya ellas solas convirtiéndose en un texto escrito en mi cabeza. Aparecen las dos frases de inicio. El primer párrafo. El segundo. A veces me llega el texto completo antes de sentarme a escribir. (Digo «me llega» pero no es nada místico, soy yo quien lo crea).
Este método, sin embargo, no es válido si quiero mantener cierta regularidad. Porque ¿qué pasa si, como hoy, mi cerebro no se ha llenado de frases? Esto que estáis leyendo pasa.
El primer paso para una nueva estrategia es este: contar que mi plan es aparecer por aquí todos los miércoles a la hora de comer. Y medio prometer que llegaré con algo más formado y pensado, no más textos sobre la improvisación que surgen precisamente cuando lo único que se me ocurre es improvisar.
También prometo no estirar los textos sin razón. Cuando sienta que no queda más que decir, pararé.
Y por eso esta columna improvisada acaba aquí.